Que en los primeros años del siglo XIX Leipzig desbancara a París, Londres y Viena como centro del comercio de partituras resultaría una premonición. No puede decirse que las cortes alemanas no hubieran jugado un papel destacado en las etapas anteriores, con Mannheim, Berlín o Hamburgo como algunos de los principales focos de composición. Pero fue durante el XIX cuando Alemania acabaría logrando un predominio absoluto en la creación musical, una posición cuyas consecuencias son todavía hoy palpables en la sala de conciertos. Hacia 1840, Leipzig, conectada ya por ferrocarril, contaba con cerca de 50.000 habitantes y una intensa vida musical basada en las capillas de las iglesias de Santo Tomás y San Nicolás, un teatro con capacidad para 500 personas, los editores Breitkopf & Härtel y Peters (todavía hoy en activo), la revista especializada Neue Zeitschrift für Musik editada por Robert Schumann y la orquesta de la Gewandhaus con más de medio siglo de existencia. Entre 1835 y 1847, Felix Mendelssohn se encargó de dirigirla, convirtiéndola en una de las mejores de Europa e impulsando los míticos "Conciertos históricos" centrados en la recuperación -con la sonoridad de la orquesta romántica del momento- de Johann Sebastian Bach, tan íntimamente ligado a la ciudad. Meldelssohn también promocionó con intensidad la obra de sus contemporáneos estrenando, por ejemplo, tres de las cuatro sinfonías que compusiera su amigo Schumann, instalado en Leipzig junto a su mujer, la pianista de fama internacional Clara Wieck.
Joana Thomé, mezzosoprano
Juan Carlos Cornelles, piano
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